7 principios de la filosofía Zen que te ayudarán a sentirte más pleno

Ansiedad, depresión, sentimientos de culpa, estrés, frustración. Son algunas de las enfermedades más habituales de nuestra era. A veces nos resulta imposible sentirnos felices. Tenemos un trabajo estable, seguridad, un novio, amigos y una buena relación con nuestra familia. Sin embargo, no logramos sentirnos felices con nada. Nos sentimos vacíos.

Existen este tipo de personas aunque no lo creas. Por supuesto, también existen aquellas que están pasando por momentos de inestabilidad emocional, que se sienten débiles anímicamente o que se ven atrapados por sentimientos como el rencor, el miedo, la pena, la ansiedad o la vergüenza.

Según la filosofía zen, es posible sentirse feliz, sano y pleno en cualquier circunstancia. ¿La razón? Tenemos más poder sobre nuestra realidad de lo que creemos.

A continuación compartimos contigo siete principios de la filosofía zen que pueden ayudarte a reencontrarte contigo mismo, recuperar cierto sentido de vida o, simplemente alcanzar la paz interior

Tus experiencias han sido construidas por tu mente

Según la filosofía Zen, nuestras experiencias están construidas únicamente por las percepciones de nuestra mente. Esto significa que nosotros podemos crear nuevas experiencias únicamente cambiando nuestro foco de atención, eligiendo en qué centrarnos. A la mayoría de nosotros nos han educado en la idea de que no podemos escoger aquello en lo que pensamos pero, sin embargo, podemos. Ahí reside nuestro poder. 

El concepto que tienes de tí mismo es una ilusión

Según la filosofía Zen, lo que eres en realidad es una esencia. Una energía. Nuestro cuerpo es únicamente un envoltorio que nuestra esencia ocupa durante un período de tiempo definido. En realidad, tú eres mucho más que todo lo que crees. Eres mucho más que todas las definiciones o clasificaciones que se supone te otorgan tu dinero, tu apariencia, tu sexualidad, tu trabajo o tus hábitos repetitivos. 

A pesar de ello, la mayor parte de nosotros sólo conseguimos entendernos a nosotros mismos cuando somos capaces de imaginar que otras personas nos están observando. Cuando eso ocurre, nos vemos como un estudiante, como un hermano, como un marido, como un artista o una buena persona. Las etiquetas, son infinitas.

Uno de los primeros problemas o retos a los que nos enfrentamos se resumen en nuestra absoluta vulnerabilidad ante nuestro ego. El ego intenta inmortalizar nuestro “yo” o lo que se supone que entendemos por “yo”. El ego trata de inflar nuestro yo. Intenta constantemente dirigir nuestra vida en base a la imagen que creemos que los demás tienen de nosotros. 

Uno de los grandes pilares de la filosofía Zen persigue el dominio de la idea de uno mismo, es decir, lograr representar la ilusión de quién eres o lo que haces sin que te controlen las exigencias sociales, las expectativas de los demás o tus propios instintos competitivos. Se trata de fluir, de ser libre sin dejarnos limitar por condicionantes externos.

No necesitas creer en nada, no necesitas seguir ninguna doctrina: Todo lo que necesitas es actuar en base a lo que sientes en cada momento

El inconveniente que existe en adherirse a un sistema de creencias determinado (la religión, las ideologías o los sistemas de creencias que se construyen dentro de la familia) es que empiezas a valorar las voces de otros (tus padres, tus líderes, tus referentes) y acabas confiando más en sus voces que en la tuya propia. Como consecuencia, puedes acabar sintiéndote perdido, confuso y luchando constantemente entre lo que crees que (atendiendo a un sistema de creencias) es lo correcto y lo que realmente sientes.

Si no estás recorriendo tu vida apoyándote en lo que sientes de verdad (esto únicamente proviene de tu interior), no estás caminando hacia tu bien más elevado. Para poder evolucionar y convertirte en un ser pleno, debes aprender a cultivar tu capacidad de expansión. Debes crecer prestando atención a aquello que proviene de otras fuentes que están más allá del dogma que sigues (especialmente escuchando a tu interior).

El desapego es el único camino hacia la felicidad plena

En muchas ocasiones, probablemente sientas que es imposible no preocuparte por lo que te deparará el futuro. Sin embargo, debes saber que puedes alcanzar un punto de conciencia basado en el desapego. El desapego significa mucho dentro del budismo y la filosofía zen. Significa, a rasgos generales, que no debes permitir que te preocupe la forma en que suceden las cosas. Dicho de otro modo, el desapego es la certeza de que todo lo que te ocurra te servirá. 

El desapego es fluir libremente y lograr ser feliz aunque debas alejarte de lo que se suponía que te pertenecía. Al final, la vida se trata de eso porque nada es permanente. Cada día nos desprendemos de cosas. Familiares que fallecen, trabajos que perdemos, relaciones que se rompen. Llegará un día en el que debas desprenderte incluso de tu propio cuerpo. Si vives con apego a tu vida, a las personas que te rodean, a los objetos que tienes, a tus logros profesionales o a tu aspecto físico lo más probable es que experimentes un gran sufrimiento.

Por un lado, por el constante miedo a perder aquello que crees tener. Por otro, por el dolor que supondrá su pérdida cuando inevitablemente esta se produzca. El zen te enseña que tú no eres nada de lo que crees poseer. Todo cambia, nada permanece. La verdadera sabiduría nos permite sentirnos a salvo en el desapego. Sólo con el desapego te liberas de las cadenas que supone el hecho de «poseer algo», del miedo a perderlo, del dolor de creer que perdiéndolo, lo pierdes todo.

Además, el desapego también implica que no existen cosas malas. Las “cosas malas” son incluso las más valiosas porque son las que te enseñan dónde están tus debilidades y las que te ayudan a descubrir cómo puedes sanar, cómo puedes evolucionar y cómo puedes abrirte más a las cosas “buenas”.

No eres lo que haces, no eres lo que posees: Simplemente eres

La meditación se basa en el arte de “no hacer nada”. En contra de lo que podamos creer, se trata de algo muy profundo que consiste en aquietar el océano de tu mente y hallar el silencio. Solo así es posible identificar lo que necesita ser reconocido y, en última instancia, sanado. El silencio del estado contemplativo te conecta contigo mismo y te aleja de los apegos, las responsabilidades y prisiones (incluyendo tu propio cuerpo) que forman parte de tu vida cada día.

No eres lo que tienes. Pero tampoco eres lo que haces. Simplemente eres. Y con eso basta.

Puedes (y debes ser) un espectador de tu vida

Uno de nuestros mayores poderes reside no sólo en nuestra capacidad para escoger nuestros pensamientos. También en nuestra capacidad para escoger cuáles de ellos valoramos más. Para tomar una decisión adecuada, es importante que aprendamos a verlos de una forma objetiva. La meditación es el recurso para lograrlo. A partir de una meditación guiada puedes observar los pensamientos que pasan por tu mente desde un punto de vista externo. Los ves llegar, los sientes, los meditas y, por último, los dejas marchar. Uno de los grandes aprendizajes que adquieres durante esta práctica es hacerte consciente de que tú no eres esos pensamientos. Además, tampoco eres tus sentimientos. Tan sólo eres el ser que experimenta esos pensamientos y sentimientos. Esto significa que tienes poder sobre ellos y puedes escogerlos.

La unidad es la base de la felicidad

Todo es uno. La unidad suprema constituye la base de la iluminación. El zen dice que la fuente de nuestros sufrimientos se encuentra en la ilusión de nuestra separación del todo. Para tener una buena salud y vivir en armonía, es importante que aprendamos a regresar a nuestro estado natural, la unificación. Cuando sabes que formas parte del todo y que no puedes ser separado del todo, te sientes en armonía. No existe el desamparo o la soledad.

Un estilo de vida basado en la filosofía zen puede llevarte a experimentar una mayor plenitud. Te ayuda a percibir la vida desde otro punto de vista desde el que resulta mucho más sencillo manejar tus emociones, tus sentimientos, tus pensamientos y tus experiencias.

La paz interior, el silencio, la meditación y la introspección se convierten en el hábito sanador que siempre está a tu alcance.