Brian J. Smith (‘Sense8’) recuerda su dura infancia siendo gay en el Texas rural

Muchos de nosotros asociamos a Brian J. Smith con Sense8 o con series como World On Fire o Treadstone. No obstante, pocos sabíamos cómo vivió su infancia, siendo gay en un área rural de Texas dominado por una densa ola de conservadurismo de los años ochenta.

“Vivía aterrorizado. En el colegio nunca encajé en ningún lugar. No era ni el deportista, ni el empollón. Por supuesto no existía ningún tipo de sindicato o grupo de apoyo al colectivo LGBT. No existía nada a lo que poder recurrir, así que estaba solo, enfrentándome cada día a palabras muy desagradables”.

El hecho de haber crecido en un pueblo pequeño le hizo percibir con mayor claridad que era diferente a los demás.

“Nunca pude ser quien era. Tenía que estar controlándome continuamente y asegurandome de que no miraba a alguien demasiado tiempo, haciendo que se sintiese incómodo. Tenía que ser muy, muy cuidadoso a la hora de confesarle a la gente mi verdad. Todavía resuena en mi interior. En realidad, gran parte de mi trabajo tiene que ver con esto. Las cosas que me conmueven como actor son ecos de lo que viví en mi pasado”.

Como otros actores gays han declarado, Smith encontró en la interpretación un refugio a su realidad:

“Desaparecía ante todos para convertirme en otra persona. Aunque los 600 alumnos de mi colegio pensasen que era un absoluto idiota o un empollón cuando me subía al escenario me prestaban atención, veían que tenía algo que ofrecer. Fue entonces cuando no me sentí solo”.

Afortunadamente, a pesar de una juventud impregnada en miedo, incertidumbre y soledad, Brian descubrió que su familia aceptó de buen grado su orientación aunque, no se atrevió a decírselo hasta que cumplió los treinta años de edad.

“Me sorprendió. Cuando se lo conté a mis padres se portaron de maravilla. Me dijeron que estaban esperando a que me atreviese a dar el paso. Al final, resultó que eran mucho más avanzados de lo que yo pensaba. Creo que fue en ese momento cuando por primera vez me sentí en paz con ello. Sólo en términos de ser. Fue algo así como llegar a una conclusión: ‘Oh, esto es el mundo, no es tan peligroso como pensé que era’. Si me encontrase con ese niño de diez años de Texas perdido, asustado y aislado creo que simplemente le abrazaría y le diría ‘está bien’. Lo que ese pequeño necesitaba era alguien que le acogiese. Que le dijese: ‘eres perfecto tal y como eres, no pasa nada’”.