
Duro testimonio de Rudolf Brazda, último superviviente gay al holocausto
Son muchas las historias que nos han dejado de piedra porque nos revelan que las cosas no son como se nos había contado (por ejemplo, el hecho de que las figuras de Pompeya eran dos hombres gays). Cuando nos enfrentamos a algo demasiado atroz, nos embarga la incapacidad de entender. Esta sensación se acrecienta con la Segunda Guerra Mundial, y más en concreto de los campos de concentración nazis. Documentales, libros, películas… Los medios audiovisuales con los que contamos al respecto son innumerables. Incluso se han hecho multitud de experimentos sociológicos, psicológicos y culturales tratando de entender lo que sucedió.
El material relacionado con los campos de concentración y de exterminio aún sigue creciendo. Y es que aún quedan supervivientes, como Rudolf Brazda hace unos años, que con sus testimonios dan más detalles de lo sucedido.

Antes de la Segunda Guerra Mundial Brazda vivía abiertamente su homosexualidad. Por eso cuando el partido nazi llegó al poder acabó dos veces en la cárcel y finalmente en un campo de concentración (¿recuerdas esta hermosa carta amor gays segunda guerra mundial?).

Las cosas que cuenta Rudolf Brazda sobre aquella época de su vida no son nada agradables. No era necesario ser judío para ser condenado, pues la ley así lo dictaba. Ser homosexual era un delito como ser un violador o un pedófilo. De hecho, a los homosexuales como Brazda en los campos de concentración se les marcaba con el mismo símbolo que a esas clases de criminales: un triángulo rosa.
Alguien con un triángulo rosa era tratado como la peor calaña. Alguien homosexual estaba considerado un «anormal». Y en el campo de Buchenwald, donde estuvo Brazda, era utilizado como cobaya humana en experimentos médicos. Los nazis los agrupaban junto a los deficientes mentales, y no los consideraban mejores.

Pero aquello no era todo. El resto de presos también maltrataba a los homosexuales. Sobre todo los kapos, presos que llegaban a trabajar en posiciones administrativas bajas.
Hubo muchas muertes entre los homosexuales que estaban en campos nazis. Se estima que había más de cincuenta mil viviendo en los campos, y muchos de ellos no llegaron a salir de allí. Sin embargo, para los que lo consiguieron las dificultades no habían terminado. El resto de sus compañeros fueron libres… Mientras que muchos de los homosexuales fueron encarcelados de nuevo por la República Federal Alemana que los Aliados habían establecido.

Había sido el partido nazi quien había convertido en las leyes la homosexualidad en un delito grave. Pero estas leyes no cambiaron en la Alemania Oriental hasta 1968. Es por eso que muchos homosexuales ocultaron su identidad. Brazda fue uno de ellos, y no volvió a reconocerse abiertamente homosexual hasta 2008. Lo hizo durante la inauguración del Monumento a los homosexuales perseguidos por el nazismo.
A día de hoy, Brazda ha muerto, y con él ha muerto un símbolo. Pasaron sólo tres años desde que confesó haber pertenecido al «triángulo rosa» hasta que murió en Francia. Pero en ese tiempo fue un gran activista, dando charlas y participando en manifestaciones. Hasta 2008 Brazda no había participado en ninguna manifestación del Orgullo gay. Hoy todos los que conocemos su historia llevaremos para siempre con nosotros su recuerdo.