Jóvenes criados por padres homosexuales rompen leyendas y prejuicios sobre familias homoparentales

Desde su infancia han tenido que soportar todo tipo de comentarios: Que en el futuro padecerían problemas psicológicos, que vivirían con miedo a ser rechazados por otros niños, que se convertirían en homosexuales por culpa de sus padres (como si eso fuese posible o como si serlo fuese algo negativo), o simplemente, que sus familias iban contra la naturaleza. Y todo este tipo de comentarios pronunciados por cualquier persona que se creía con derecho a decirlo sólo por haber nacido en una familia tradicional.

Bruna, Elena, Alejandro, Gauri, Vasyl o Sushila son jóvenes que tienen entre 16 y 28 años de edad que han crecido con papás gays o mamás lesbianas. Ellos saben mejor que nadie qué es lo que ha habido y no ha habido en sus infancias. En sus casas. En sus relaciones paternofiliales.

Ellos han vivido desde el comienzo de sus vidas su familia con total normalidad (¿y por qué no iba a ser así?). Uno de ellos hizo una declaración que fácilmente podría representar la experiencia de todos ellos: «Nunca he tenido un conflicto por tener dos madres; en realidad ha sido más bien como si la gente que tiene un padre y una madre tuviesen un conflicto interno por ello».

Maldición número 1: Sufrirán bullying por culpa de sus padres

«Los niños no tienen la culpa de la sexualidad de sus padres. Ellos pagarán las consecuencias sufriendo bullying en el colegio». Este es uno de los argumentos más generalizados en el discurso anti familias homoparentales. Un argumento que se desvanece en el preciso momento en el que hablamos con los verdaderos protagonistas de este tema. «De pequeña la gente me decía que no era posible que tuviese dos mamás, que una debería ser mi tía, que tenía un padre y que no sabía dónde estaba o simplemente que era adoptada. Más tarde venían a casa para celebrar mi cumpleaños y entonces lo comprendían todo fácilmente: «Tienes dos mamás, ya está» decían. Cuando esos amigos llegaban a sus casas entonces pasaban a ser sus padres quienes no se lo creían y un poco después acababan por aceptarlo como sus hijos», declaró Bruna.

La experiencia de Sushila y Gauri es algo distinta. Sushila llegó a España con solo diez años y su hermana un poco después con cuatro. Sushila asegura que no sufrió bullying aunque sí recuerda que vivió un proceso de adaptación bastante difícil por limitaciones de su edad y su idioma. Según dice entender a los demás le llevó dos años. Sin embargo, para su hermana pequeña las cosas fueron más fluidas: «Los demás ya me conocían gracias a mi hermana. Hice mi grupo de amigos y no experimenté ningún tipo de problema». Sí que recuerda un momento en el que se estaba debatiendo la ley del matrimonio igualitario y su profesor de religión hizo un comentario negativo al respecto. Afortunadamente sus compañeros reaccionaron y la defendieron.

Todos ellos coinciden en que en algún momento han tenido que escuchar «el típico comentario de aquellos a los que no merece la pena escuchar», declara Vasyl, pero nunca llegaron a afectarle. «De pequeña se meten contigo porque seas delgada o juegues al fútbol. Mi madre les daba realmente igual. Fue a partir de los quince cuando los chicos comenzaron a ser bastante más estúpidos, pero lo ignoras y ya está», confesó Elena.

Maldición número 2: Se convertirán en homosexuales

«Tener dos padres gays no influye para nada en tu orientación sexual. No tiene nada que ver. Yo soy heterosexual«, argumenta Alejandro. Lo que si te aporta es una mayor tolerancia y una visión más abierta a la diversidad de la sociedad». Gauri explica por ejemplo que aunque sus madres son ateas, ella se quiere casar por la Iglesia.

Bruna, por su lado, se siente identificada con la orientación sexual de su madre: Le gustan las personas, según dice, y no distingue entre ellas en base al sexo. Aunque esta orientación recibe el nombre de pansexualidad ella reconoce que prefiere huir de cualquier clasificación o etiqueta que la defina. Elena por su parte tiene una relación de más de seis años con su novio «a pesar de que algunos se dediquen a decir que no tendré estabilidad emocional por el simple hecho de tener dos mamás».

Maldición número 3: Serán privados de la figura materna o paterna

Alejandro fue adoptado por un hombre gay. Recuerda su vida en Rusia como un «verdadero infierno». Según dice, «al llegar a España no era capaz de hablar español pero sí que pregunté dónde estaba mi madre. En el momento en que descubrí que no tendría madre, pero supe que tendía un padre que haría de padre y madre, en verdad me dio igual. A un niño pequeño no le importa cuál sea la sexualidad de su padre siempre y cuando reciba amor y cariño. Hay muchos modelos diferentes de familia. No en todos ellos existe un padre y una madre. Lo importante es que haya amor».

«No puedes tener carencias de aquello que nunca tuviste porque no tienes conciencia de lo que es», afirma Bruna. Ella opina que el problema reside en que «a la gente que ha sido criada en familias tradicionales y normativas les cuesta mucho abrir la mente a otras cosas, entenderlas, porque jamás las conocieron». Puede que a veces «puedas echar de menos un consejo que tus madres no te dan, pero entonces voy a mi padrino y eso es suficiente», agrega Sushila.

Maldición número 4: Serán desequilibrados emocionales

«Estos comentarios provienen de personas que no están dispuestas a reconocer la realidad y entonces buscan cualquier tipo de pretexto para excluirte de la sociedad», dice Sushila. «Tengo amigos cuyos padres están divorciados y sí que tienen problemas de baja autoestima que han repercutido negativamente en sus estudios porque han tenido que mudarse muchas veces. Incluso han desarrollado trastornos psicológicos. Sin embargo yo, afortunadamente he podido recibir amor por todas partes».

Elena finaliza diciendo que haber crecido dentro de una familia homoparental les ha convertido en personas «mucho más abiertas, no sólo en lo que respecta a la orientación sexual, sino en cualquier ámbito de la vida. Mis madres saben lo que significa que no te apoyen así que desean que sus hijos tengan un desarrollo emocional pleno para que no pasen por los mismos problemas por los que ellas tuvieron que pasar a lo largo de su vida«, explica. Vasyl apoya esa idea: «Cuando llegas a casa puedes hablar de cualquier cosa sabiendo que no te sentirás juzgado».