
Masculinidad tóxica: Cuando el abuso se convierte en un valor social
El movimiento LGTB ha estrechado lazos con el movimiento feminista. Los hombres femeninos también han cambiado la forma de verse entre sí. El amor entre gays pasivos es más habitual porque nuestra percepción de la pluma como algo negativo comienza a cambiar.
Entendemos por masculinidad tóxica un comportamiento o una construcción social que ha sido implantada y desarrollada por el patriarcado. Este comportamiento afecta de forma directa a los hombres y de forma indirecta a las mujeres.
Aunque se ha hablado de forma pública sobre cómo el machismo (y la masculinidad tóxica) han afectado a la vida y los derechos de la mujer, es cierto que los hombres también se han visto afectados por ello. Esta conducta (norma social) ha provocado un gran daño y ha distorsionado la visión que hoy tenemos sobre el género.

Pero, ¿cuáles son las características de la masculinidad tóxica? A través de este concepto se ha dibujado un perfil de hombre arquetípico fácil de reconocer.
Un verdadero hombre es fuerte, poderoso, competitivo, dominante y todos estos atributos se utilizan de forma sistemática para enaltecerlo y finalmente convertirlo en una figura superior a la de la mujer.
Según una investigación desarrollada por el Journal of Psycology of Men & Masculinity, esta figura masculina ha causado graves daños a nivel social. Se calcula que hoy los hombres tienen una mayor restricción y represión emocional, también una mayor presión por cumplir objetivos y alcanzar una posición de poder.
Además, los roles tradicionales de género están más predispuestos a provocar síntomas de depresión y ansiedad. Como conclusión, este estudio incide en la idea de que reforzar los roles de género resulta perjudicial para todos, no sólo para las mujeres.
¿Pero cuál es el origen de la masculinidad tóxica? Su nacimiento tiene lugar dentro del núcleo familiar. El machismo y el patriarcado han estado implantados en nuestro mundo durante muchos siglos y cambiar determinados pensamientos resulta muy complejo. De hecho, hasta aquellas personas más feministas encuentran dificultades para escurrir este tipo de creencias.

La masculinidad tóxica es el resultado de una serie de creencias y mentiras que se han implantado en nuestra vida desde la infancia. Es por eso por lo que están tan aferradas a nuestro inconsciente y a veces actuamos guiados por la masculinidad tóxica aún sin saberlo. Algunas de ellas son:
- Los niños jamás lloran.
- Un verdadero macho es aquel que se respeta.
- «El hombre de la casa».
- Lloras, corres, juegas o pegas como una niña.
- ¡Sé un verdadero hombre!
Este tipo de frases son muy habituales dentro de las familias. Y son un arma de doble filo que no puede más que generar daños psicológicos. Por un lado, se envía un mensaje claro: Un hombre es mucho más que una mujer y debe demostrarlo siempre. Por otro lado: El hombre debe asumir todos los compromisos, alcanzar todos los objetivos y proteger a la mujer, por lo que asume muchas más responsabilidades de las que le corresponden.
El resultado es un hombre desgastado, presionado, infeliz, deprimido y violento. Probablemente desarrolle complejo de inferioridad porque el sistema le obliga a compararse todo el tiempo con los demás.
Por su parte, la mujer se ve relegada eternamente a la posición de víctima donde sólo es un objeto pasivo que no puede más que servir al hombre para que él afronte las hazañas profesionales, económicas o «relevantes».
Al final, tanto el hombre como la mujer se sienten frustrados, deprimidos y con carencias emocionales inevitables.
El resultado de esto también es una sobrevaloración del hombre y su masculinidad. Esto significa la aparición de la homofobia y el rechazo directo a todos aquellos hombres que sean femeninos. Según el patriarcado y todas las ideas absurdas y conservadoras que han gobernado el mundo, si no eres hombre (y un hombre de verdad) no vales lo suficiente.

La consecuencia es un maltrato sistemático a todos los niveles. El hombre se maltrata a sí mismo exigiéndose demasiado pero también maltrata a la mujer abusando de su tiempo y controlando su voluntad. Además, también maltrata a aquellas personas que no son hombres heterosexuales (hombres de verdad) y a aquellas mujeres que no son mujeres de verdad (heterosexuales y sumisas) y que por lo tanto no quieren estar relegadas al sistema patriarcal.
Al final, de lo que hablamos, es de una figura muy destructiva. Una figura que se ha situado en el centro de todo durante siglos y una figura que no ha hecho más que maltratarse a sí mismo y a los demás abusando de su posición de poder. No tenemos más que echar un vistazo a los libros de historia para ver que no existe ninguna mujer matemática, filósofa o política que sirva como referencia. Y es que las mujeres hasta hace relativamente poco no tenían derecho a voto y a día de hoy no tienen derecho al aborto en muchos países (decidir sobre su propio cuerpo) y tampoco tienen los mismos salarios y condiciones contractuales que los hombres en sus trabajos.
La masculinidad tóxica en la comunidad LGTB
Dentro de la comunidad LGTB también podemos encontrar huellas de este fenómeno. La consecuencia más visible es la plumofobia, una forma de homofobia dentro de la comunidad LGTB. Esta línea de pensamiento sigue dotando de mayor valía a aquellos hombres que son masculinos, heterosexuales y dominantes, de hecho, ya hablamos sobre este fenómeno en otra ocasión.

Masculinidad en imágenes
